lunes, 8 de abril de 2013

Adiós a Sara. Adiós a la diva del cuplé y la copla

Si digo que se nos ha ido María Antonia Abad Fernández, quizás muchos no sepan de la persona a la que me refiero. Si digo que es Sara Montiel, todo cambia.
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Considerada una diva (incluso ya retirada), quizás haya que ir a los actuales Antonio Banderas, Penélope Cruz o Javier Bardem, para encontrar a un actor o actriz español en Hollywood (y no por falta de talento de nuestros artistas, ya que muchos, de la época dorada del cine hispano podían perfectamente haber triunfado fuera de nuestro país -está el caso de López Vázquez, que, creo que pudo y no quiso-). Su carta de presentación en el cine estadounidense fue "Veracruz", acompañada de, nada menos, que Burt Lancaster y Gary Cooper.
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Vuelta a España, para rodar películas varias. Pero lo que yo quería destacar (no quiero hablar de escándalos o montajes de sus últimos años) es la copla y el cuplé. Como he oído hoy, Sara Montiel imprimió un estilo particular en la forma de articular el cuplé, con su característica voz, lenta, suave y sensual... y lo mismo con la copla.
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En los años de la posguerra española debió ser todo un bombazo (algo así como el que produjo "Gilda", protagonizada por otra actriz de origen hispano, Rita Haytworth).
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Hoy me he acordado mucho de mi señora abuela, de las coplas que cantaba, algunas ya eran conocidas, la mayoría, pero Sara le dio su toque personal.
Inolvidables canciones, aunque antiguas, cantadas en sus películas más famosas...

De la película "Carmen la de Ronda" (1959), ambientada en la Guerra de Independencia española (1808-1814), y que narra el romance entre la gitana y un oficial francés... "Los piconeros". De esta misma película, otra gran canción "Ojos Verdes". . De la película que la lanzaría a la fama (aunque destacó ya en el drama histórico "Locura de Amor", haciendo de dama vengativa, una musulmana en la Corte de Juana "La Loca" y Felipe "El Hermoso"), "El Último Cuplé" la canción "El Relicario" (pisa morena, pisa con garbo). . . De la película "Pecado de Amor", y de Andalucía nos vamos a Madrid con sus chulapas... con "Nardos" (por la calle de Alcalá...) . . De la película "Noches de Casablanca", otro clásico de la copla que habré oído miles de veces a mi abuela y a mi tía: "Tatuaje" (esa parodia de Andrés Pajares en "Cristóbal Colón, de oficio descubridor". . . De la película "El Último Cuplé", otro de sus éxitos, "Nena" (donde se puede apreciar su belleza física y de voz): . Como curiosidad el tango "A Media Luz", ignorando la película a que corresponde: . . Y por supuesto, además de "La Violetera", de la película del mismo nombre, y "Fumando Espero" un clasicazo de la película "El Último Cuplé" que convirtió en seña de identidad fumando puros habanos, dicen que a instancia de Hemingway en las visitas a España del escritor norteamericano.

Juan XXIII: El "Papa bueno", su sentido del humor y algunas anécdotas


(curioso parecido de esta imagen con la del actual Papa Francisco)

En estos días de Cónclave, se ha elegido, según algunos, dada su edad, "un Papa de transición",  y, en que, según otros, el aspecto físico del flamante Papa Francisco al salir al balcón de la basílica de San Pedro recuerda al de Juan XXIII (véase la foto de arriba). Hay quien dice, que el nuevo Papa es una mezcla entre Eugenio Pacelli (Pío XII) -hombre proviniente de "familia acomodada", que diría cierto humorista- y  Ángelo Roncalli (Juan XXIII) -proviniente de familia de campesinos-.
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Por ello, no he podido evitar acercarme a leer (soy demasiado joven para hablar de un Papa cuyo pontificado no viví) acerca de la figura del conocido como "Papa bueno", beatificado por Juan Pablo II, y, en especial, su carácter bonachón y simpático.
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Curioso que los cardenales lo eligieran, precisamente, por ser un hombre del pueblo, y de pueblo (el propio Pontífice manifestó que él solo quería ser un cura de pueblo, y se le llamó también "el párroco del mundo"), sin muchas aspiraciones, y, era por tanto un "Papa de transición" o "de compromiso", que, teóricamente, manejarían a su antojo. Era lo que ellos creían. Efectivamente, fue el suyo un pontificado breve, de solamente cinco años, pero suficiente para llevar a cabo el comienzo de la principal reforma de la Iglesia en el S.XX, a través del Concilio Vaticano II.
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En cuanto a su carácter jovial y bonachón, al que aludía, destacaré varias anécdotas, recopiladas de varios lugares, ignoro si alguna es apócrifa, otras son recogidas por sus propios biógrafos o por su secretario:


El sueño y la conferencia:
- Dando una conferencia en Grecia, durante su etapa de sacerdote en la I Guerra Mundial, un grupo de religiosas le escuchaba, pero agotadas por el trabajo de enfermeras, se fueron quedando dormidas. Roncalli se dio cuenta y continuó hablando, con voz cada vez más baja, más lentamente, hasta que se durmió la última.


Un Papa y un párroco universal con sentido del humor:
- Saludado por un obispo polaco con la frase"Alabado sea Jesucristo". El Papa le hizo volver para decirle: "En Bérgamo, nuestro pueblo, que es listo y piadoso, al saludo Alabado sea Jesucristo, se responde diciendo: "Sea por siempre alabado, señor cura, y el diablo sea ahorcado".



Sobre su poca fotogenia:
- Recibió en audiencia papal a monseñor Sheen, un obispo muy conocido en Estados Unidos porque predicaba en televisión. Al saludarle, Juan XXIII le manifestó con toda sencillez: "Mire, Dios nuestro Señor supo ya muy bien desde hace setenta y siete años que yo había de ser Papa. ¿No pudo haberme hecho más fotogénico?"

















Ante el posible cierre al turismo de la cúpula de la Basílica de San Pedro:
Siguiendo la costumbre que tenía, siendo Obispo de Venecia, solía pasear por los jardines vaticanos. Ante la propuesta de los funcionarios del Vaticano de que sería conveniente cerrar la cúpula a los turistas para que no vieran los paseos del Papa, ésterespondió con mucha tranquilidad, preguntando a su vez: "¿Y por qué hay que hacer algo? ¿Por qué hay que cerrar la cúpula?" Aquellos hombres le contestaron: "Santidad, es que todos os verán..." Ante esta respuesta, Juan XXIII pensó un poco y les dijo: "No se preocupen. Les prometo a ustedes que no haré nada que pueda escandalizarlos".
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Sobre su sobrepeso:

El ojo de una aguja:
-El entonces arzobispo Roncalli llamaba la atención por su sobrepeso, tanto, que visitando un monasterio de Grecia, siendo encargado del Vaticano en aquel país, antes de la II Guerra Mundial, cuentan que oyó a dos monjes bromear entre ellos: ¿Cómo será posible que este prelado romano tan gordo entre en el Cielo, dado que la puerta es tan estrecha como el ojo de una aguja?”. Roncalli se volvió y les replicó: “El buen Dios que ha dejado que mi panza aumentara se cuidará de hacerla pasar por el ojo...

La silla gestatoria:
-Cada vez que se subía a la silla gestatoria  lo hacía a regañadientes, y murmuraba su desencanto por el esfuerzo que tenían que hacer los que la portaban. La primera vez que subió a ella preguntó con una sonrisa a quienes iban a cargar con él: "¿No se hundirá esto con tanto peso?"




Qué gordo es!":
En una de sus primeras audiencias públicas como Papa, al pasar por el corredor central de la basílica de San Pedro, oyó a una joven religiosa decir: “¡Madre mía..., qué gordo es!”. Sin descomponerse mínimamente, Juan XXIII se volvió y le dijo: “Hermana, el cónclave no era un desfile de modelos...”. 








La señora del escote

(Diferentes versiones de esta anécdota)
En un banquete (dicen que en El Elíseo) al entonces nuncio del Vaticano en Francia, Roncalli, le tocó sentarse junto a una señora muy elegante y con un gran escote en el vestido. Todos miraban de reojo al nuncio para ver cómo se las apañaría, esperando tarde o temprano su reacción. Unos dicen que fue cuando sirvieron el segundo plato, otros que cuando terminó el banquete y le preguntaron cómo se había sentido, exclamó: “No entiendo por qué todos los convidados me miran/miraban a mí, un pobre y viejo pecador, mientras que mi vecina es/era mucho más joven y atrayente...”. 



Su humanidad en la audiencia a la hija y al yerno de Krushev.
En un mundo bajo la amenaza de la guerra nuclear (muy al borde de ella en la Crisis de los Misiles), en plena guerra fría, al Papa le preocupaba el diálogo entre las naciones (lo que le valió críticas). Recibió en audiencia privada al yerno del Primer Ministro soviético Nikita Krushev, director del diario "Pravda", Aleksei Adzhubei y su esposa Rada, hija del "premier" de la URSS. 


Los recibió su biblioteca. Luego de conversar, entre otras cosas, sobre los Santos de Rusia y de su maravillosa liturgia, Juan XXIII tomó un rosario y se lo entregó a Rada. "Señora, mis allegados me dicen que a una princesa no católica debía ofrecerle algunas monedas o sellos; pero yo le doy un rosario ya que nosotros, los sacerdotes, además del rezo bíblico de los salmos, tenemos esta forma popular de oración. Para mí, el Papa, los quince misterios son quince ventanas, a través de las cuales contemplo, a la luz del Señor, los acontecimientos del mundo. Rezo uno en la mañana, otro a principios de la tarde, otro en la noche... a la gente le gusta escuchar cuando digo que, en el tercer misterio gozoso - el del nacimiento de Jesús - ruego por todos los que nacen durante el día, y que, católicos o no, reciben al llegar a este mundo las bendiciones del Papa. Cuando rece el tercer misterio, pediré también por sus hijos, señora." 


La señora Adjoubei, con el rosario en las manos, respondió: "Gracias, Santo Padre:" ¡Le estoy muy agradecida! Se lo diré a mis hijos." El Papa la observó sonriente: "Conozco el nombre de sus hijos..." el tercero se llama Iván, Juan como yo...  El nombre de mi padre, del patrón de mi pueblo, del seminario en que me eduqué, de la catedral de la que soy obispo: San Juan de Letrán. ¡Qué bonito es el nombre de Iván! Cuando vuelva a su casa espero que los otros no lo tomen a mal, déle un abrazo a Iván"

Los sastres y las "espinas" del pontificado
Cuando lo eligieron Papa, de las tres tallas que preparan los sastres para los hábitos pontificios, solamente era posible ponerse la mayor, y aún así tuvieron que descoserle la sotana blanca, y, con urgencia, en la llamada "sala de las lágrimas", antes de salir al balcón principal de San Pedro del Vaticano, ponerle unos alfileres para hilvanársela. No tardó en bromear el nuevo Papa, al pincharse varias veces, "Esto son ya las primeras espinas de mi pontificado" y añadió "Todos me quieren bien, menos los sastres", mientras se encaminaba al anuncio del "Habemus Papam".

La santidad y el buen humor se llevan bastante bien...