martes, 5 de febrero de 2008

La Huerta con Mayúsculas










Murcia, Huerta de Europa. Eso ponía en los carteles, en las paradas de bus cuando era un niño.

Lamentablemente, cada vez hay menos huerta en Murcia. El desarrollo de la Comunidad Autónoma, su modernización ha hecho que el mar verde que rodeaba la capital murciana haya desaparecido prácticamente, sustituída por los polígonos industriales (unas veces) o por los edificios y urbanizaciones (otras), toda salvo en algunas pedanías donde se conserva.


Por eso, visitar mi pueblo, Blanca, el pueblo de mis antepasados, es siempre una satisfacción ("me llena de orgullo y satisfacción" diría yo) (mi Ciudad es Murcia, mi pueblo es Blanca).

El Valle de Ricote, y concretamente la Villa blanqueña, fue el último enclave morisco en España, siglos después de terminada la Reconquista, tal vez porque a aquellas gentes venidas de lejos encontraron semejanza entre su patria de origen y el oasis con palmeras, huertas entre montañas rodeando el río que allí se contempla. Oí decir una vez a la abaranera (y andaluza de adopción) Amalia Gómez, la ex Secretaria General de Asuntos Sociales, gran historiadora y amiga, que el paraíso terrenal pudo muy bien estar situado en el Valle de Ricote.

El pasado fin de semana tuve la fortuna de volver a tierras de Blanca (que hasta el s. XIV se llamó Negra), e ir a la huerta, al paraje conocido como Huerta Arriba, donde hacía años que no estaba. Contemplar algunas casas, como la señorial Villa-Cruz, ver la Noria de Miguelico Núñez rehabilitada, la huerta de las Escanales, la piedra negra al salir del pueblo hacia la huerta, el río desde lo alto, donde antaño existió (antes de las riadas y el encauzamiento) una playa fluvial natural conocida por el Arenal donde muchos blanqueños aprendieron a nadar.

En la Huerta Arriba había esa tarde competición de palomos (preciosa costumbre huertana), y sobre todo había paz, calma, trinar y piar de pajaricos, y el sol de la tarde precioso alumbrando la estampa del Valle y del viejo Castillo, y al lado opuesto la modernidad de la silueta de Abarán (ciertas moles de edificios nuevos que estropean la vista). Qué diferencia de paisaje con solo mirar a un punto cardinal o a otro desde donde me encontraba.


Y particularmente, sentí una mezcla de nostalgia y alegría de volver a ver cierta balsa, la aljibe, los limoneros (uno de ellos plantado en época de mi bisabuelo, muchas veces reinjertado, y ahora no sé si ya sólo en tronco, la hierba "jardinera" con sus pequeñas flores amarillas que crece en los bancales y esponja la tierra, las "mudas" de las serpientes, el árbol que un día planté, los riegos (antaño por las viejas regaderas, con sus tablachos que había que subir), mi coche de pedales con matrícula autoconfeccionada "HA-19..." (Huerta Arriba y el año)... Qué recuerdos!! Qué alegría ver la huerta!!!

2 comentarios:

Antonio Rentero dijo...

Me he emocionado con tus palabras, Tigre, y eso que Blanca no es mi tierra, pero reconozco que su paisaje, su luz, el agua... sacan una ternura interior de todo el que alberga un poco de sensibilidad y pasea por esa zona maravillosa, el auténtico corazón de Murcia.

Recorrer ese fértil valle es una delicia en casi cualquier época del año, y como dices, pareces encontrarte en una tierra lejana, tanto en el tiempo como en el espacio. Alguna vez en Navidad he hecho alguna ruta en moto por ahí y creía estar inmerso en un belén tamaño natural entre esas palmeras, esos árboles frutales... menos mal que el río no es de papel albal :-D

Tendrías que hacerte motero y venirte con los Satanases del Segura a recorrer esa zona, que es una de nuestras favoritas, como demostramos en su día:

http://tinyurl.com/2mrnp8

Tigretón dijo...

Je, je, pues la verdad es que me gustaría hacerme motero por los viajes y demás aunque prefiero las cuatro ruedas. En cuanto a lo que dices de que es un Belén es cierto, especialmente en algunas zonas (el barrio del Alto Palomo o la huerta en general)

De todas formas, a ver si un día organizamos alguna en Blanca town.